Los profesionales sanitarios de Latinoamérica están entre los más afectados por la pandemia de COVID-19.
Hace unas semanas se superó el millón de muertos en todo el mundo, producto de la pandemia por COVID-19. Al tomar conocimiento de esta cifra, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, manifestó que el mundo había alcanzado un hito atroz. Lamentablemente, los profesionales de la salud en Latinoamérica no se han visto inmunes al virus y también han tenido que afrontar desenlaces fatales.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) oficializó, en un reporte reciente hacia fines de agosto, 2.506 decesos entre el personal sanitario de América.
Si bien la cifra puede estar subestimada, y según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el personal dedicado a tareas sanitarias se registraron al menos 7.000 muertes alrededor del planeta.
Hacia fines de agosto, en Argentina, se llevaban reportados alrededor de 16.194 casos de COVID-19 en personal de salud. La mayor proporción de diagnósticos se registró en el rango etario comprendido entre los 29-39 años (39%). Seguido de aquellos con edades comprendidas entre los 40 a 50 años (28%). Solo un 3% de los casos se dieron en quienes tenían 62 años o más.
Colombia, durante similar período, comunicó 7.692 casos y 52 muertes. El mayor impacto en ese país también recayó entre el personal de enfermería. Los datos brindados por la OPS permiten, al ser analizados en conjunto, armar las piezas de un rompecabezas que preocupa a autoridades sanitarias de la región.
Alrededor del 85% de las muertes en América, por COVID-19 y entre el personal sanitario, se produjeron en México y Estados Unidos. Cifra que coincide con una elevada proporción de trabajadores de la salud contagiados por SARS-COV-2 en esos países. Uno de cada siete casos diagnosticados en la población general ocurre entre este personal.
Según denunció la organización no gubernamental Amnistía Internacional, México ostenta el récord mundial de estos trabajadores fallecidos por SARS-COV-2. En ese sentido, supera incluso a los Estados Unidos .
El país azteca, con al menos 1.320 trabajadores y trabajadoras fallecidas, se erige como cabeza visible de un fenómeno que afecta y preocupa a todos los países de la región. Durante el período comprendido entre el 28 de febrero y el 23 de agosto del corriente año, se han reportado, en el personal de salud, 97.632 casos confirmados de COVID-19. Según las estadísticas, el 60% casos se diagnosticaron en mujeres. De acuerdo al área laboral y en orden decreciente de casos: el 42% se registró en enfermería, 28% entre profesiones diversas y 27% para médicos y médicas. También se contabilizó un 1% para los odontólogos. Los decesos representaron el 1.4% de los casos diagnosticados en ese país. El 70% de los fallecidos eran del sexo masculino.
América es la región con mayor número de profesionales infectados en el mundo.
Intentar explicar este fenómeno no es sencillo para los expertos y expertas. Aunque según la OMS existen patrones generales de conducta que pueden brindar alguna orientación.
Debido al aluvión de casos, los sistemas sanitarios de América se vieron en la obligación de redistribuir personal para contener la pandemia. Ese personal, frecuentemente carecía de capacitación previa, además de insuficientes medidas de protección para realizar la tarea. Una encuesta en México arrojó que cerca de la mitad de los trabajadores sanitarios no eran provistos de elementos de protección personal en su ámbito laboral.
“La pandemia nos ha recordado a todos el rol vital que los trabajadores de la salud tienen a la hora de paliar el sufrimiento y salvar vidas”, declaró recientemente Tedros Ghebreyesus. El director general de la OMS agregó que “ningún país, hospital o clínica podrá brindar seguridad a sus pacientes si no logra proteger adecuadamente a su personal sanitario”
Además, por medio de un comunicado, Ghebreyesus hizo un llamado a extremar las condiciones seguridad en el ámbito laboral sanitario.
Propuso, entre otras cosas, intensificar protocolos para prevenir infecciones y brindar más educación y entrenamiento al personal, además de regular la duración de la jornada laboral.
También explicitó la imperiosa necesidad de asegurar un mayor acceso a elementos de protección personal en cantidad y calidad.
“La escala de esta pandemia no tiene precedentes, y ningún otro grupo lo ha sentido más agudamente que los mismos hombres y mujeres que componen nuestra fuerza laboral de salud”, manifestó en tanto Carissa F. Etienne, directora de la OPS.
OMS OPS AMNISTIA INTERNACIONAL
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