Durante este 2020 al mundo le tocó transitar por una crisis que casi no tenía precedentes. La pandemia por COVID-19 ha generado tensión en los sistemas de salud del planeta y ha puesto en relieve vulnerabilidades e inequidades.

Este año se va y lo que queda para Latinoamérica es una grave emergencia sanitaria, económica y social.

En materia de salud, el principal desafío para el año entrante es lograr que la población tenga un adecuado acceso a las vacunas disponibles contra el virus SARS-CoV-2.

Pero sin dudas no será el único, ya que debido a la pandemia, lamentablemente, se han desatendido otras enfermedades no transmisibles. Además se han debilitado campañas de vacunación e incrementado el número de personas con problemas vinculados a la salud mental.

“En el futuro inmediato y previsible los países tendrán que realizar intervenciones enormes y sostenidas para suprimir la COVID-19, abordar los niveles de pobreza cada vez mayores y reducir las desigualdades sociales y de salud que están empeorando drásticamente en toda la región”, comentó recientemente Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Enfermedades no transmisibles desatendidas debido a COVID-19

Las enfermedades no transmisibles (ENT) -tales como las enfermedades cardiovasculares, los distintos tipos de cáncer y la diabetes- fueron responsables del 81% de las muertes que ocurrieron en el continente americano durante 2016. Dicho dato preocupa a las autoridades sanitarias de la región y hace que sea prioridad disminuir la mortalidad prematura desencadenada por estas enfermedades. Para 2030 esperaban reducirla al menos en un tercio gracias a medidas preventivas, promoción de la salud y tratamientos oportunos.

Los estudios que han encontrado asociación entre ENT y mayor compromiso por el virus SARS-CoV-2 son numerosos. Pero la pandemia se ha encargado de minar servicios esenciales relacionados con las ENT y poner freno a políticas dirigidas a reducir sus factores de riesgo. Para la OPS, el abordaje de las enfermedades no transmisibles debe ser primordial en la agenda sanitaria durante y después de la pandemia. Requerirá del fortalecimiento de los servicios basados en la atención primaria de la salud y una respuesta acelerada e innovadora.

Menores coberturas de vacunación

La vacunación ha sido uno de los mayores éxitos en el ámbito de la salud pública de América Latina durante las últimas décadas. Pero algunas vacunas, tales como la triple bacteriana o la triple viral, registraban disminuciones en la cobertura de la población ya en 2019. En el caso de la primera, el 92% de los niños menores de un año la recibió en 2010. Dicha cifra cayo al 85% en 2019. Esto puede ser atribuido a desabastecimiento de la vacuna, obstáculos físicos al acceso, recursos sanitarios limitados o situaciones sociopolíticas. Algo similar ocurrió con la cobertura contra sarampión en algunos países de la región.

Desde la OPS se espera que el efecto negativo que ha tenido la COVID 19 en los servicios de vacunación no profundice lo comentado y socave logros históricos alcanzados en América Latina. Se considera central para el 2021 mantener a la vacunación como un servicio esencial de salud pública y responder al mismo tiempo las demandas en inmunización generadas por la pandemia de COVID-19.

Se debe hacer todo lo que esté al alcance para mantener la confianza de la población en los servicios de vacunación. También ve necesario el desarrollo de directrices nacionales que guíen los programas de vacunación habituales en el contexto pandémico actual.

Se deben fortalecer los servicios de salud mental

Los trastornos mentales y aquellos derivados del consumo de sustancias psicoactivas son causas importantes de discapacidad y mortalidad en Latinoamérica. Basta recordar que en la región la depresión es la principal causa de discapacidad, ya que representa un 8% de las cifras totales. Estudios realizados recientemente aportan datos que asocian a la pandemia de COVID-19 con un aumento de la prevalencia de depresión en la población. Otros reportes dan cuenta de una mayor frecuencia de trastornos de la esfera psíquica tales como: ansiedad, síndrome confusional, alcoholismo y consumo problemático de sustancias psicoactivas.

Desde la OPS consideran necesario reforzar las políticas y los servicios de salud mental en los diversos países. Con la finalidad de garantizar la continuidad en el tratamiento y la atención de calidad que se brinda a las personas con trastornos preexistentes. Pero también para contener el aumento previsto en las estadísticas.

La salud como eje del desarrollo

El virus SARS-CoV-2 encontró a gran parte de los países de Latinoamérica en medio de acciones para continuar en crecimiento y mejorar los índices de cobertura universal de salud. Procuraban en su mayoría incrementar el gasto público en esa área, y acercarse de ese modo al 6% del producto interno bruto propuesto por la Organización Mundial de la Salud. De hecho, dicha cifra había pasado de 3.8% a 4.2% en el transcurso de los últimos cinco años. A principios de 2019, se predecía que algunos países, además de Cuba, lograrían asignar el 30% de esos recursos a la atención primaria de la salud durante el corriente año. Algo que siempre ha sido pregonado por la OMS y que la actual pandemia podría ralentizar.

Según la OPS, a nivel regional es fundamental que los países se sigan manteniendo fieles al panamericanismo y a la solidaridad en sus esfuerzos por restaurar la salud y la economía y reconstruir lo perdido por la pandemia. “Seguiremos refutando los argumentos según los cuales debe elegirse entre la salud y la economía, tratando de demostrar que ambas esferas están inextricablemente relacionadas y procurando garantizar que la salud se mantenga firmemente en el centro del desarrollo equitativo y sostenible de los países“, manifestó Etienne.